domingo, 3 de julio de 2011

Vencer a la muerte

Aunque las culturas antiguas veneraban los cristales, se cree que el tallado del cuarzo en forma de calavera es peculiar de América Central y el Himalaya.
La iconografía de las calaveras se utiliza con frecuencia en el budismo tibetano, el tantra hindú y entre los aztecas, mixtecos y mayas. Es posible que también se utilizara entre los olmecas, quienes precedieron a todas estas culturas mesoamericanas.
De hecho, la idea de que las calaveras de cristal están vinculadas a poderosos rituales tántricos hindúes y budistas parece estar bien fundada. Se dice que los monjes budistas e hinduistas miran con fijeza calaveras de cristal como parte de su meditación. La iconografía de las calaveras está muy extendida en el arte tibetano e hindú, y hay muchas representaciones de dioses que llevan collares, tocados y cinturones con calaveras en esculturas y pinturas thangka. Los collares se asocian en particular con Shivá, el dios creador y destructor y su irascible consorte Kali, a quien generalmente se la representa llevando uno alrededor del cuello. Los devotos de estos dos dioses aún usan estos collares en la actualidad, los que casi siempre están hechos con pequeñas calaveras talladas en huesos humanos o animales. El uso de abalorios con forma de calaveras en rosarios es común en Nepal, donde las cuentas a menudo sen tallan en huesos de yak. Los monjes tibetanos utilizaban calaveras humanas reales para hacer tambores sagrados y también copas llamadas kapala. Existían reglas escritas precisas acerca de cómo debían prepararse las calaveras para utilizarlas como vasos sagrados, y una vez santificadas se las usaba en diversas ceremonias. Una de las prácticas consistía en calentar dentro de las mismas elementos comunes de la vida cotidiana para mostrar de manera simbólica que la vida y la muerte humanas eran efímeras y que era mejor enfocarse en la iluminación espiritual.
En cuanto a estas calaveras del Himalaya y tibetanas, también las hay de jade, talladas en su totalidad en esta dura y valiosa piedra verde. Asimismo se hallaron esqueletos completos, íntegramente tallados en jade, supuestamente de Mongolia o de Tíbet.
Un sitio de Internet (www.greatdreams.com) afirma que entre los años 2000 y 2001 «se halló una cantidad de calaveras de cristal en algunas cuevas en montañas remotas. Demandó dos años recuperar veintidós antiguas calaveras de cristal, conocidas en conjunto como “las calaveras de Pekín”, las que es posible que estén vinculadas a los dropa». Los dropa son humanos de muy pequeño tamaño que se supone descendieron del espacio cuando su nave se estrelló en una remota área montañosa en la frontera entre China y Tíbet. Allí vivieron en cuevas y se dijo que se hallaron tumbas con sus extraños esqueletos y con ciertos discos que se presume contienen información codificada. No se supo mucho más sobre estas calaveras chinas de cristal, y todas las afirmaciones acerca de los dropa parecen requieren aún de mucha más investigación y verificación.
Richard Garvin, autor de "The Cristal Skull" (1973), libro que trata acerca de la investigación que Frank Dorland hizo sobre la calavera de cristal de Mitchell-Hedges, cita a Dorland:

Es evidente que el culto a las calaveras o al menos su adoración fue en el
pasado una práctica mundial entre los pueblos antiguos», afirma Dorland.
«Desde las islas del Pacífico hasta el Tíbet, desde Egipto hasta México, la
adoración de calaveras se halla en cada rincón del globo. Y parece ser que
todas estas prácticas las tuvieron en muy alta estima. Fue objeto de culto,
adorada, conservada y venerada. La calavera como símbolo de una fea y
truculenta cabeza de muerto parece ser más propia de los últimos 1500
años.
Pero en ninguna otra parte del mundo la calavera tuvo una importancia
mayor que en las culturas ―tanto moderna como prehispánica― de
América Central. En estas culturas, este motivo aparece en una sorprendente variedad de formas. Por ejemplo, el centro del calendario azteca es un rostro descarnado; el dios azteca Xólotl, mellizo de Quetzalcóatl, tenía por cara una calavera; los náhuas hacían incrustaciones de mosaicos con calaveras y estas eran un motivo importante en los trabajos en oro de los mixtecos.
El motivo de la calavera es omnipresente en Mesoamérica, donde aparece en edificios como un elemento arquitectónico, en cerámicas, en esculturas, en artesanías y en pinturas. Una de las formas de arte más frecuente en esa región eran las máscaras. Estas se usaban en ceremonias religiosas y también como elementos decorativos, y la calavera era un motivo común. En particular eran muy populares las representaciones en las que la mitad de la cabeza tenía aspecto de calavera, y la otra mitad, la cara de un ser vivo. El Museo Británico tiene en su colección una máscara mexicana hecha con una calavera humana verdadera a la que llaman la «Máscara Turquesa de Oaxaca». El frente de la calavera está cubierto de mosaicos de turquesa y de lignito y la parte trasera se separó y se forró en piel. La mandíbula es móvil y está unida a la piel mediante una bisagra. La fascinación mesoamericana por las calaveras persiste en la actualidad y su más famosa expresión se halla en el Día de los Muertos.
Desde la imposición del cristianismo, esta celebración tiene lugar el Día de Todos los Santos, el 1 de noviembre, pero ya en el tiempo de la conquista se vio que los aztecas tenían varias fiestas de los difuntos. Estas celebraciones se hacían en forma muy parecida a la festividad actual, en la que se ofrecen guirnaldas de flores, chocolate, frutas, dulces y otros alimentos a los ancestros familiares. Hoy en día a menudo se realizan excursiones a los cementerios y los niños reciben pequeñas calaveras de dulce para comer.
Las culturas mesoamericanas al parecer veían a la muerte como una parte natural del ciclo vital, como algo a lo que no se debía temer particularmente. El uso de las calaveras era solo un recordatorio del gran plan cósmico.

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